martes, 18 de noviembre de 2008

El Castillo del Hambre (O Castelo da Fame)


Hace mucho tiempo vivía en un castillo no muy lejano a nuestra tierra un alcaide sin escrúpulos al que sus vasallos apodaban "O Lobo" y que tenía el encargo del Conde su señor de cuidar sus tierras.

La esposa del conde tenia una doncella muy hermosa llamada Rosa que estaba enamorada de Mauro, el paje del Conde. Este amor, todo hay que decirlo, era correspondido por el apuesto Mauro.

Pero "O Lobo" le había echado el ojo a la hermosa Rosa. Numerosos requerimientos le hizo el alcaide, pero todos acabaron con negativas de Rosa.


Tenia el alcaide un esclavo moro que había traído de una correría contra los Árabes por Andalucía y que además de serle totalmente fiel, incluso en sus más insanos deseos, era mudo.

Una noche se presentó el esclavo moro con un gran bulto envuelto en una manta a las puertas del castillo, donde estaba O Lobo esperándole. Bajaron ambos directamente a las mazmorras del castillo y una vez allí pusieron al descubierto bajo la tenue luz de una antorcha lo que la manta encubría, que resultó ser el cuerpo de una hermosa doncella. Era Rosa que dormía por el efecto de alguna pócima.

Cuando se despertó de su forzado sopor se encontró a oscuras en un lugar húmedo y desconocido y frente a ella la cara del alcaide. Gritó de espanto, y este grito tuvo el efecto de sacar de su silencio a un prisionero que acurrucado en un rincón fruto del miedo había sido testigo mudo de todo lo hasta ahora narrado.

- Rosa, balbuceo el prisionero.

- Mauro, acertó a responder ella.

A un gesto del alcaide el moro amarró con una pesada cadena a la temblorosa doncella.

- No queríais estar juntos, pues ahora estaréis todo el tiempo del mundo, gritó el Alcaide presa de la rabia.

Así empezó el horror para los dos enamorados. El esclavo moro les traía de vez en cuando algo de comer. Por orden del alcaide, siempre tomaba la misma precaución, cerraba la puerta de barrotes que permitía el acceso a la mazmorra con llave por dentro para evitar que alguien pudiera entrar mientras él estaba en el interior.

El tiempo pasaba y tanto el Conde como su esposa estaban convencidos de que Mauro y Rosa habían huido juntos pues su amor era conocido, aunque no acertaban a entender la razón que les pudo impulsar a ello.

Un día cuando el moro fue ha darles su escaso sustento, Mauro que había conseguido soltar las cadenas de la pared, le ataco. Hubo una fiera lucha, y el moro comenzó a huir hacia la puerta de la mazmorra por las húmedas escaleras, pero cuando ya estaba junto a ella, Mauro le alcanzó y consiguió apoderarse de su espada, cuando el moro se vio en esta situación lanzó las llaves a través de los barrotes de la puerta de la mazmorra poco antes de que un certero golpe de Mauro lo degollara.

Todos los intentos de Mauro por recuperar las llaves fueron vanos.
Al día siguiente y ante la extraña ausencia de su esclavo se fue el alcaide a la mazmorra y tropezó con las llaves. Se acercó a la puerta con cuidado y vio junto a ella el cuerpo de su esclavo. Presa del pánico ante la certeza de que Mauro estaba suelto y armado dentro de la mazmorra subió corriendo y mandó construir inmediatamente un espeso muro de piedras en la parte superior de la escalera de acceso.

Pasaron los meses, y el alcaide cayó gravemente enfermo. Sintiendo la presencia cercana de la muerte el terror que le producía la carga de lo que había hecho le obligó a dirigirse al castillo del Conde su Señor. Le contó lo sucedido con su paje favorito y le pidió perdón. El Conde espantado de lo que oía y preso de una enorme furia, mando partir inmediatamente hacia las mazmorras del castillo de su desleal súbdito.

En cuanto llegaron, soldados y siervos se apresuraron a desmontar la pared que taponaba el acceso a la mazmorra. Bajaron y encontraron el triste espectáculo de los cuerpos de los amantes fundidos en un abrazo eterno. Habían muerto de hambre.

El conde después de traspasar con su espada el pecho del Alcaide, cayo de rodillas a los pies de los enamorados llorando amargamente la muerte de su hijo Mauro, pues lo era aunque lo había mantenido en secreto por no ser legítimo.
Los cuerpos de los dos desdichados enamorados, fueron enterrados con los honores que correspondían a un hijo del Conde. Las mazmorras fueron selladas con piedra y sirvieron de tumba para el alcaide y su esclavo. Sus ruinas aun se conocen como "O castelo da fame", "El castillo del hambre".


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