miércoles, 19 de noviembre de 2008

El Minotauro (Mitología Griega)

Los hijos del Rey Minos, uno de los descendientes de Europa y Zeus, fueron, (según cuenta la mitología), Ariadna, Fedra, Glauco, Catreo y Androgeo. Era precisamente este último el favorito del monarca puesto que era un joven atleta capaz de vencer a cualquier rival que se le opusiera. Así pues, de entre los hijos que tuvo junto a Pasifae, Androgeo era su predilecto.

Pero la desgracia llegó a la corte del Rey Minos cuando, tras unos importantes juegos en honor a la diosa Atenea, diosa de la sabiduría, Andrógeno, que resultó vencedor, cayó muerto bajo la ira del pueblo de Atenas que no pudo soportar su victoria, (otra versión cuenta que murió bajo la fiereza del Toro de Maratón). Cuando Minos se enteró de esta terrible noticia, la furia y el dolor se apoderaron de él y juró vengarse de todo ateniense que hubiera sobre la faz de la Tierra. Y lo primero que ordenó a su ejército fue partir hacia la ciudad y ponerla bajo su control a cualquier precio. Y así fue…

Posteriormente, y en uso de su nuevo poder, estableció una serie de terribles leyes para Atenas, entre las cuales destacaba por su crueldad la de que anualmente, y por un periodo de nueve años, siete jóvenes varones y siete jóvenes doncellas debían ser enviadas hasta Creta para ser introducidas en el laberinto situado en Knossos del que resultaba imposible salir y en el cual eran ofrecidos para morir devorados por un ser que era mitad humano y mitad toro, temible Minotauro, nacido de la unión entre Pasifae y un toro blanco, (esta vez Zeus también tuvo algo que ver, pero ya no era él transformado en bestia como cuando raptó a Europa).

Pero ocurrió que, transcurridos tres años, el joven Teseo, que era hijo del por entonces Rey de Atenas Egeo, sintió que debía de hacer algo al respecto y que tenía que poner fin a tanta crueldad sobre su pueblo. Entonces se ofreció voluntario para entrar en el laberinto, esperando así darle muerte y liberar a cualquier ateniense que se encontrase aún en su interior. Cuenta la leyenda que incluso el propio Minos intentó convencerlo habida cuenta de que pertenecía a la nobleza, pero finalmente tuvo que ceder.

Ariadna, hija de Minos, impresionada por el porte y el valor de Teseo, se propuso ayudarlo. Aprovechando un momento en que se encontraban a salvo de ojos y oídos ajenos, la joven puso en la mano del aguerrido príncipe un ovillo de hilo de oro y un puñal y, pidiéndolo que llevara ambos objetos ocultos bajo sus ropajes, le rogó que los utilizara y que confiara en ella.

Y así lo hizo Teseo. Entró en el laberinto y caminó despacio mientras con cuidado desenrollaba el hilo que le había entregado la bella Ariadna, y que se encontraba sosteniéndolo desde el exterior. Cuando se encontró ante el Minotauro se enfrentó a semejante bestia valerosamente, y, empuñando el arma que llevaba escondida, consiguió darle muerte. Luego no tuvo sino que enrollar de nuevo el hilo y desandar lo que llevaba caminado. Después de liberar a los atenienses que aún quedaban con vida dentro del laberinto, salió de él como vencedor.

Ya sólo le quedaba regresar a Atenas. Y debía hacerlo, ya que había vencido, desplegando las velas blancas de su embarcación, tal y cómo le había pedido Egeo, su padre…

Ares el Dios de la guerra (Mitología Griega)

Según cuenta la mitología griega, Ares era hijo de Zeus y Hera, por tanto dios e inmortal, y pronto se proclamó como dios de la guerra. A pesar de ser inmortal sí que sentía dolor, (sus gritos podían oírse desde el más alejado de los confines), y cuando se encontraba herido siempre buscaba el poder sanador de su padre, el gran Zeus. Sin embargo, éste lo despreciaba por su fanfarronería violenta y su sed de sangre.

Entre sus luchas a muerte, (en las que siempre se presentaba con su coraza, su escudo, su lanza, su espada y su casco), podemos citar la que concluyó con la muerte de Halirrotio, hijo de Poseidón, el cual había osado violar a Alcipe, hija de Ares, a manos de éste. Tras esta muerte se produjo el primer juicio de la historia por asesinato en el que Ares salió absuelto.

Compañeros de aventuras de Ares, (Marte para la mitología romana), fueron su hermana Eris, (también conocida como Éride, la Discordia), y sus vástagos Fobos y Deimos, (Terror y Temor, hijos nacidos de la diosa Afrodita). También Enio, la conocida como “Destructora de ciudades”, solía acompañarlo. Padre de las Amazonas, su residencia estaba establecida en Tracia.

Curiosa es la leyenda que cuenta que cierto día dos gigantes, que por cierto eran gemelos, llamados Oto y Efialtes, pretendieron hacerse con el control del Monte Olimpo y como primer paso, secuestraron a Ares y lo introdujeron encadenado en una vasija de bronce impidiéndole salir de ella durante trece largos meses. Para conseguir su liberación, la diosa Artemisa prometió yacer junto a Oto, pero entonces Efialtes se enfadó preso de la envidia y se enfrentó a su hermano. Aprovechando el momento de confusión, Artemisa se convirtió en cierva para escapar y pasó entre los dos… Los hermanos le lanzaron sus lanzas afiladas para cazarla y terminaron matándose el uno al otro.

En otra ocasión, mientras Ares copulaba con Afrodita, (con quien engendró también a Eros), el dios de la guerra encomendó al inexperto Alectrión la guarda y custodia de la puerta para que nada ni nadie entrase, pero he aquí que éste se durmió en la guardia y Helios, el dios Sol, se coló en la estancia. Desde entonces, Alectrión, al que Ares convirtió en gallo, canta cada mañana cuando el sol aparece por el horizonte.

Ares, dios Olímpico, no es recordado precisamente por sus hazañas, como se puede ver, sino más bien por su ansia eternamente insatisfecha de violencia y muerte y por lo mal parado, herido y humillado que solía terminar en las trifulcas en las que se metía.

La caja de Pandora (Mitología Griega)

Cuando Prometeo osó robar el fuego que portaba el dios Sol en su carro, Zeus entró en estado de cólera y ordenó a los distintos dioses crear una mujer capaz de seducir a cualquier hombre. Hefesto la fabricó con arcilla y le proporcionó formas sugerentes, Atenea la vistió elegante y Hermes le concedió facilidad para seducir y manipular. Entonces Zeus la dotó de vida y la envió a casa de Prometeo.

Allí vivía el benefactor de los mortales junto a su hermano Epimeteo que, a pesar de estar advertido de que Zeus podría utilizar cualquier estrategia para vengarse, aceptó la llegada de Pandora y, enamorándose perdidamente de sus encantos, la tomó por esposa.

Pero Pandora traía algo consigo: una caja que contenía todos los males capaces de contaminar el mundo de desgracias y también todos los bienes. Uno de los bienes era la
Esperanza, consuelo del que sufre, que también permanecía encerrada en aquella caja. Y es que, por aquel entonces, cuentan que la vida humana no conocía enfermedades, locuras, vicios o pobreza, aunque tampoco nobles sentimientos.

Pandora, víctima de su curiosidad, abrió un aciago día la caja y todos los males se escaparon por el mundo, asaltando a su antojo a los desdichados mortales. Cuentan que los bienes subieron al mismo Olimpo y allí quedaron junto a los dioses. Asustada, la muchacha cerró la caja de golpe quedando dentro la Esperanza, tan necesaria para superar precisamente los males que acosan al hombre.

Apresuradamente corrió Pandora hacia los hombres a consolarlos, hablándoles de la Esperanza, a la que siempre podrían acudir pues estaba a buen recaudo.

El mito de Prometeo (Mitología Griega)

Cuenta la mitología griega que Prometeo, osado Titán al que gustaba provocar la ira de Zeus, llevó a éste a tal punto de cólera que terminó por quitar el fuego a los hombres. Esperaba así castigar indirectamente a Prometeo, el cual se consideraba benefactor de la humanidad.

Pero Prometeo, al que gustaba presumir de astuto, entró sigilosamente en el Olimpo, robó tan preciado tesoro del carro del dios Sol y, sin perder tiempo alguno, lo devolvió a los desamparados mortales.

Zeus, convencido de que debía castigar tanta burla, mandó llamar a Hefesto y le ordenó que creara una mujer hecha de arcilla. Una vez que estuvo terminada, le dió vida y la envió con Hermes, dios de los viajeros, ante Epimeteo, hermano de Prometeo. Esta mujer, llamada
Pandora, y llevaba con ella una caja llena de terribles males que jamás debía de ser abierta.

Prometeo intentó en vano que su hermano se alejara de cualquier cosa que proviniera de los dioses, pero Epimeteo se había enamorado perdidamente y quiso desposarla.

Pandora, que había sido creada con virtudes y también con grandes defectos, abrió la caja prohibida y los males se extendieron por el mundo. Ya Zeus había conseguido vengarse de los hombres.

En cuanto a Prometeo, lo mandó Zeus capturar para ser encadenado por Hefesto, dios del fuego y de los metales forjados, a un alta montaña donde, cada jornada, un águila hambrienta le devoraría el hígado. Como era inmortal, el órgano le crecía de nuevo, así que cada noche volvía tan cruel depredador a comérselo, con lo cual el sufrimiento era inimaginable y eterno.


He aquí que Heracles (más conocido como Hércules), que pasaba por allí rumbo al Jardín de las Hespérides, lo liberó derribando al águila con una poderosa flecha. Esta vez a Zeus le pudo más el orgullo por la hazaña de su hijo Heracles que el rencor que anidaba en su pecho, así que no persiguió más a Prometeo.

Eso sí, le obligó a llevar, durante toda la eternidad, un anillo en el que se erigía un trozo de la roca a la que tan terriblemente estuvo encadenado.

El Mito de Aracne (Mitología Griega)

Aracne es hija de Idmón un tintorero y nació en Lidia. La joven era muy famosa por tener gran habilidad para el tejido y el bordado.

Cuenta la leyenda que hasta las ninfas del campo acudían para admirar sus hermosos trabajos en tales artes. Tanto llegó a crecer su prestigio y popularidad que se creía que era discípula de Átenea (diosa de la sabiduría y y de las hiladoras).

Aracne era muy habilidosa y hermosa, pero tenía un gran defecto: era demasiado orgullosa. Ella quería que su arte fuera grande por su propio mérito y no quería deberle sus habilididades y triunfos a nadie. Por eso, en un momento de inconciencia, retó a la diosa, quien por supuesto aceptó el reto. Primero, se le apareció a la joven en forma de anciana y le advirtió que se comportará mejor con la diosa y le aconsejó modestia.

Aracne, orgullosa e insolente desoyó los consejos de la anciana y le respondió con insultos. Atenea montó en cólera, se descubrió ante la atrevida jovencita y la competencia inició. En el tapiz de la diosa, mágicamente bordado se veían los doce dioses principales del

Olimpo en toda su grandeza y majestad. Además, para advertir a la muchacha, mostró cuatro episodios ejemplificando las terribles derrotas que sufrían los humanos que desafiaban a los dioses.

Por su parte, Aracne representó los amoríos deshonrosos de los dioses, como el de Zeus y Europa, Zeus y Dánae, entre muchos más. La obra era perfecta, pero Palas encolerizada por el insulto hecho a los dioses, tomó su lanza, rompió el maravilloso tapiz y le dio un golpe a la joven. Ésta sin comprender, se siente totalmente humillada y deshonrada, por lo que enloquece y termina por ahorcarse.

Sin embargo, Palas Atenea no permitió que muriera sino que la convirtió en una araña, para que continuara tejiendo por la eternidad.

La Leyenda de Ícaro (Mitología Griega)

Ícaro se conoce a veces como el inventor del trabajo en madera. Es hijo de Dédalo, genio de la antigüedad que le mostró a Ariadna cómo Teseo podía encontrar el camino en el laberinto de Minos, donde se encontraba el Minotauro (monstruo con cuerpo de toro y cabeza de hombre).
Con esta ayuda, Teseo fue capaz de matar al Minotauro, por lo que el rey Minos y padre del monstruo, muy molesto encerró a Dédalo con su hijo en el laberinto.

Con la intensión de huir, Dédalo fabricó unas alas para él y su hijo. Las adhirió con cera a los hombros de Ícaro y luego en los suyos e iniciaron el vuelo que los llevaría a la libertad. El padre había advertido a su joven e imprudente hijo que no volara demasiado alto ni demasiado bajo.
No obstante las advertencias de su padre, Ícaro fascinado por lo maravilloso del vuelo se elevó por lo aires desobediendo a Dédalo quien no pudo impedirlo. Además, Ícaro se sintió dueño del mundo y quiso ir más alto todavía. Se acercó demasiado al sol, y el calor que había derritió la cera que sostenía sus alas, por lo que las perdió. El desdichado y temerario joven acabó precipitándose en el mar, donde murió. Por eso, desde entonces ese mar se conoció como El Mar de Icaria.
En otras versiones donde se elimina el elemento fantástico, se nos cuenta como Dédalo había matado a su sobrino Talo, por lo que había tenido que huir de Atenas. Ícaro, igualmente desterrado había ido en busca de su padre, pero naufragó en las aguas de Samos, por lo que el mar recibió un nombre derivado del suyo, igual que en la leyenda original.

También se dice que Ícaro y su padre habían huido de Creta en dos barcos de vela inventados por Dédalo, pero el joven no supo dominar las velas y naufragó o más bien que cuando llegó a la isla de Icaria, se lanzó torpemente hacia tierra y se ahogó.

La leyenda era fuerte e incluso por mucho tiempo se mostraba una supuesta tumba de Ícaro en un cabo del mar Egeo, al igual que se decía que en las islas de Ámbar había dos columnas que Dédalo había levantado una en honor a su hijo y otra en nombre de él mismo. Asimismo, se decía que Dédalo había representado en una escultura el triste destino de su hijo en las puertas el templo de Cumas, dedicado a Apolo.

Monstruos y seres Mágicos

Existe un conjunto de seres imaginarios que parecen haber sido los sucesores de las espantosas gorgonas, hidras, y quimeras de las antiguas supersticiones y que, al no guardar relación con los antiguos dioses del paganismo, siguen existiendo en la creencia popular, después de que el cristianismo suprimiera todo lo pagano. Quizá aparezcan alguna vez mencionados por escritores clásicos, pero parece que fue en tiempos más modernos cuando más populares se hicieron.

A) El FÉNIX:

El fénix era un ave legendaria que vivía en Arabia. Según la tradición, se consumía por acción del fuego cada 500 años, y una nueva y joven surgía de sus cenizas. En la mitología egipcia, el ave fénix representaba el Sol, que muere por la noche y renace por la mañana. La tradición cristiana primitiva adoptaba al ave fénix como símbolo a la vez de la inmortalidad y de la resurrección. Se le ha visto una relación con el pájaro de fuego de la mitología aborigen americana.

B) EL BASILISCO:

Este animal fue llamado el rey de las serpientes, y para confirmar su realeza fue dotado de una cresta sobre la cabeza a modo de corona. Se suponía que nacía del huevo de un gallo que era empollado por sapos o serpientes. Había dos especies de este animal: la primera quemaba todo lo que se le acercaba, y la segunda era una especie de cabeza de medusa ambulante cuya mirada causaba un horror instantáneo que llevaba a la muerte de forma instantánea.

C) El UNICORNIO:

Era un animal fabuloso, totalmente blanco, con cabeza y patas de caballo y un largo cuerno recto situado en medio de su frente. Símbolo de la santidad y de la castidad, el unicornio era una imagen frecuente en los tapices de la edad media. Ha sido ampliamente utilizado en emblemas heráldicos.

D) LA SALAMANDRA:

Este animal no sólo resiste al fuego, sino que es capaz de apagarlo, y cuando ve una llama carga contra ella como contra un enemigo al que sabe muy bien cómo vencer. La piel de este animal se considera a prueba de fuego. Esta fábula se basa en el hecho de que la salamandra, cuando se irrita, secreta por los poros de su cuerpo una considerable cantidad de un líquido lechoso, que, sin duda, podía defender su cuerpo del fuego durante unos instantes.

Las regiones infernales (mitología Griega)

Virgilio localiza la entrada a esta región en la zona volcánica cercana al Vesubio, que está rodeada de cráteres de los cuales surgen vapores de azufre y la tierra se estremece y resuena misteriosamente. Se supone que el lago Averno llena el cráter de un volcán extinguido. Forma un círculo de media milla de ancho y es muy profundo. Está rodeado por elevados lomos de tierra que en tiempos de Virgilio estaban cubiertos por un oscuro bosque. De sus aguas se levantan vapores, de forma que no hay vida en sus orillas ni los pájaros lo sobrevuelan. Según el poeta, aquí se encuentra la pueta que permite el acceso a las regiones infernales.

En las puertas del infierno se encuentran un grupo de seres de horrible aspecto. Éstos son las furias, Discordia, Briareo (con cien brazos), las hidras y Quimera, que respira fuego. Más adelante se encuentra el río negro Cocitus, donde está el barquero Caronte, viejo y escuálido, pero fuerte y vigoroso, que sólo lleva en su barca a quién él escogía (él sube a bordo las almas de aquellos que han sido debidamente enterrados, los que permanecen insepultos no pueden atravesar el río y tienen que vagar por la orilla durante cien años). En la otra orilla del río se encuentra el perro Cerbero, que tiene tres cabezas.

El primer sonido que se escucha es el llanto de los niños que habían muerto en el umbral de la vida. A continuación se extienden las regiones de la tristeza. Allí vagaban los que habían sido víctimas de un amor no correspondido. Después están los campos en los que vagan los héroes que han caído en batalla, y a continuación se llega a un lugar donde el camino se divide en dos: uno conduce al Elíseo y el otro a las regiones de los condenados; a un lado están los muros de una poderosa ciudad y al otro una puerta que ni los dioses ni los hombres pueden forzar. Una torre de hierro se alza junto a esa puerta desde la que vigila Tisífone, la furia vengadora. Desde fuera se oyen los lamentos y el arrastrar de cadenas.

La región de los condenados es la sala del juicio de Rhadamanthus, que saca a la luz los crímenes que el autor creía impenetrablemente ocultos. Tisífone le aplica al ofensor su látigo de escorpiones y luego lo envía a sus hermanas las Furias. Tras esa puerta que da a la región de los condenados, una hidra de cincuenta cabezas guarda la entrada. Allí se encuentra el abismo del Tártaro, que era tan profundo como lo es el cielo de alto desde el suelo. En el fondo del abismo están los titanes, que se enfrentaron a los dioses; Salmonos, que presumía de competir con Zeus y construyó un puente de metal sobre el que condujo su carro para que el sonido se pareciera al del trueno y lanzaba hierros candentes pra imitar al rayo, hasta que Zeus le alcanzó con un rayo de verdad y le enseñó la diferencia entre las armas mortales y las divinas; Titio el gigante, cuyo cuerpo es tan inmenso que cuando se estira cubre nueve acres; un buitre devora su hígado y tan pronto como ha terminado de devorarlo, vuelve a crecer de forma que el castigo no tiene fin. También había unos grupos sentados en mesas cargadas de manjares donde una furia les quitaba las viandas de los labios, tan pronto como iban a probarlos. Otros tenían enormes rocas suspendidas sobre sus cabezas, amenazando constantemente con caerles encima. Había otros que eran los que habían odiado a sus hermanos o matado a sus padres, o defraudado a los amigos que confiaban en ellos, o que se habían enriquecido y no habían compartido el dinero con otros, siendo ésta la clase más numerosa. También estaban allí los que habían violado los votos del matrimonio. Ixión estaba allí atado a una rueda que giraba sin cesar; y Sísifo, que estaba condenado a subir una gran roca a una cima y cuando estaba a punto de dejarla en la cima, la roca volvía a caer y Sísifo la tenía que volver a subir, y así por toda la eternidad; Tántalo, que estaba cubierto de agua hasta la barbilla y estaba aquejado por una gran sed, y cuando se disponía a beber bajando la cabeza, el agua desaparecía.

Por el otro camino, se iba a los Campos Elíseos, los bosques donde residen los felices. Allí se respiraba un aire más limpio y todos los objetos aparecieron envueltos en una luz púrpura. La región tenía sus propias estrellas y un Sol. Los habitantes se entretenían de diversas formas: jugando en el césped, compitiendo en concursos de fuerza y habilidad, bailando o cantando.

Hay varias versiones sobre dónde estaba el Elíseo. Si bien Virgilio lo coloca bajo tierra y lo describe como la residencia de los espíritus bendecidos, Homero lo sitúa al occidente de la Tierra cerca del Océano y lo describe como una tierra de felicidad donde no hay nieve, ni frío, ni lluvia. Pero el Elíseo de Hesíodo y Píndaro está en las islas de los Bendecidos o islas Afortunadas, que se encuentran en el océano occidental. De ahí nació la leyenda de la feliz isla de Atlántida.

En el Elíseo hay un espacioso valle en el que los árboles se mecen suavemente al viento, en un paisaje que atraviesa el río Leo. A lo largo de las orillas revolotean algo que parecen insectos y que son en realidad las almas a las que se les dará cuerpo a su debido tiempo. Mientras tanto viven en las orillas del Leto y olvidan sus antiguas vidas.

Eros y Psique (Mitología Griega)

Hubo un rey que tenía tres bellas hijas. Las dos mayores se casaron con príncipes, pero la tercera, Psique, era tan bella que nadie la cortejaba, ya que parecía estar hecha para la adoración. Tanto era así que la gente prefería adorar a Psique que a Afrodita, y así los templos más importantes de ésta estaban vacíos. Afrodita, llena de envidia y viéndose relegada a un segundo lugar, pidió a su hijo Eros que la vengara con su flechas malévolas. Le pidió que llenase su corazón de amor, pero con el amor más ardiente para el ser más infeliz de la Tierra, y así juntos compartir pobreza y dolor.

Eros fue directo a cumplir con el encargo de su madre, pero al ver a Psique, se maravilló tanto de su belleza que se aturdió y la flecha que tenía preparada para ella se cayó y se le clavó en un pie, quedando así locamente enamorado de Psique.

El padre de Psique al ver que ésta no tenía marido, acudió al oráculo de Hermes a proclamar que cualquiera que cogiese a Psique sería castigado como enemigo de los dioses, pero siete besos de la misma Afrodita serían ofrecidos como recompensa para el que la entregara. Esta proclamación llegó a los oídos de psique, cuando, cansada de buscar a su amado, estaba decidida a pedir la clemencia de su madre, y yendo de templo en templo algunos dioses amableas la aconsejaron buscar el perdón de la diosa del amor. Se aproximó a las salas de Afrodita, donde no tuvo que decir su nombre para que uno de los criados la arrastrase por el pelo ante la presencia de su señora.

Afrodita la dio la bienvenida de manera sarcástica y rasgó sus ropas y la azotó. Después se aprovechó de la pobre Psique y la mandó hacer multitud de trabajos para ella. Los trabajos fueron los siguientes: separar de un montón de semillas la de cada clase en un tiempo limitado, conseguir un puñado de lana dorada de un rebaño de salvajes carneros, llenar una urna de cristal de las aguas negras de un río negro que riega las marismas estigianas y cae en el salvaje río de Cócito y bajar al Hades para buscar un frasco de la belleza de Perséfone. Pero para todos estos trabajos Psique contó con la ayuda de varios personajes.

Pero todos estos trabajos acabaron cuando Eros supo de la crueldad de su madre, haciendo que la amase mucho más que antes. Escapando secretamente de su habitación, voló al Olimpo y buscó el favor de Zeus para casarse con una hija de hombre.

Zeus envió a Hermes para convocar una reunión de dioses, a la que Afrodita debía asistir aunque no le gustase la idea, y Psique, también, fue llevada allí cabizbaja, pero sus labios se encendieron al ver a su perdido amante entre el radiante grupo. Zeus comunicó a los dioses la intención de Eros de casarse con la hija de un hombre, y entonces Zeus convirtió a Psique en inmortal y la subió al cielo y advirtió que no debían negar el derecho a casarse de Eros ya que él había hecho que mucho de esos dioses triunfasen en el amor. Todos los dioses celebraron la unión de Eros y Psique, y su primer hijo fue una niña llamada Alegría.

Eco y Narciso (Mitología Griega)

Del dios río Cefiso nació un hijo llamado Narciso, que a su madre le parecía el niño más hermoso. Ésta buscó al poeta ciego Tiresias para preguntarle si llegará a viejo, a lo que él le contestó: "¡Si él no se contempla a sí mismo!".

Con esto quería decir que sólo el tiempo lo diría. El niño se crió muy bello y muchas mujeres se enamoraban de él nada más verle. Evitando toda compañía andaba por lugares solitarios, perdido por la admiración de la graciosa figura que pensaba que ningún ojo excepto el suyo podía contemplar. Un día cuando vagaba por el bosque sin darse cuenta era espiado por la ninfa del bosque Eco, que le amó desde el primer momento, pero no quería decirle nada hasta que él se lo preguntase, ya que ella conocía su destino: Hera, enojada por su charlatanería, la privó del habla a no ser que tuviese que contestar a alguien. Eco seguía al joven, pero no le podía hablar si él no la hablaba a ella primero. Pero él no se percató de la presencia de Eco hasta que oyó crujir una rama cerca.

- "¿Quién está ahí?", preguntó Narciso.
- "¡Ahí!", respondió el eco, pero no vio quién hablaba.
- "¿Qué temes?" volvió a preguntar él.
- "¡Temes!", respondió la voz invisible.
- "¡Vete de aquí!", amenazó, cuando estas palabras le eran devueltas mofándose de él, y aún así la voz no tomó forma.
- "¡Aquí!", respondió la voz, y ahora apareció la ruborizada Eco, como lanzando sus brazos alrededor de su cuello.

Pero en la laguna el joven vio otra figura mejor, y se quitó de encima a la enamorada ninfa con duras palabras. Cuando se quedó solo, Narciso se giró hacia la fuente en la que creyó haber visto una cara más bella. La laguna parecía un espejo de plata, brillando a la luz del Sol. Al filo de la laguna y de rodillas se estiró sobre la brillante laguna, y allí miró esa cara y figura tan bella que estuvo a punto de arrojarse al agua junto a ella. Parecía una estatua principesca, de alguien que debía tener su misma edad.

Narciso preguntó a la imagen quién era y vió cómo sus labios se movían pero sin contestación. Narciso sonrió y la sonrisa fue devuelta, se sonrojó y la imagen también, pero fue a tocarla y en cuanto sus dedos tocaron la superficie, la imagen se desvaneció. Cuando dejó de tocar la superficie, la imagen volvió, él la hablaba y la tocaba, pero no conseguía nada. Enloquecido por la gran belleza de su propio parecido, no podía marcharse del espejo que se reía de su imaginación. Durante muchos días volvió a la laguna a ver esa imagen, pero se olvidó de comer y murió entre las lilas del agua, que hicieron de mortaja. Los mismos dioses no podían tocar ese bello cuerpo, y así Narciso se transformó en una flor que lleva su nombre.

La pobre Eco que había invocado ese castigo para el frío corazón de Narciso, no logró nada excepto dolor, porque la plegaria había sabido escucharla. Lejos de la visión, se consumió por culpa de ese amor, hasta que lo único que quedó de ella fue una voz, que todavía dura entre las montañas donde nadie puede verla, pero siempre dice la última palabra.

El Rey Midas (Mitología Griega)

Midas, rey de Frigia, era el más rico de todos los hombres del mundo, y como los que tienen mucho, su corazón quería más y más. Una vez tuvo la oportunidad de hacer un servicio a un dios, cuano en un jardín se encontró al anciano Sileno, que se había perdido de la comitiva de su patrón dioniso; se había parado aquí para dormir la borrachera. Midas amablemente rodeó al borracho errante con rosas y le obsequió con comida y bebida. Luego le envió con el dios del vino. Dioniso estaba tan agradecido que le ofreció al rey elegir cualquier recompensa que quisiera. Midas pidió al dios que le diese el don de que todo lo que tocase lo convirtiese en oro. El dios se lo concedió.

Impaciente por probar su nuevo poder, Midas fue al bosque, y al tocar una ramita con el pie, ésta se convirtió en oro. Todo lo que tocaba se convertía en oro. Quiso regresar a su casa con su caballo, pero éste se convirtió en oro, incluso cuando llegó a su palacio los pilares, las puertas, se convirtieron en oro. Fatigado por su viaje, Midas pidió comida, pero justo cuando ésta tocaba sus labios se convertía en oro y por tanto no se lo podía comer. Lo mismo ocurría con la bebida.

Atormentado por el hambre y la sed, se levantó de este burlón banquete, envidiando al chico más pobre de su palacio. No le reconformtaba visitar su gran tesoro, y el hecho de ver todo de oro le empezó a enfermar. Si él abrazaba a su hijos, si golpeaba a sus esclavos, al instante sus cuerpos se convertían en estatuas de oro. Todo alrededor lucía un odioso amarillo ante sus ojos.

Ante tal desesperación recurrió a Dioniso a quien suplicó que le retirase ese regalo. El dios le dijo que buscase la fuente de Pactolo y se bañase en su puras aguas, para así deshacerse del hechizo. Cuando Midas llegó y se tiró al agua, éste se convirtió en oro. Sólo desapareció el hechizo cuando metió su cabeza bajo el agua.

Este rey no fue siempre tan afortunado en su trato con los dioses. Curado de su codicia por el oro, no tenía más deseos en su mente; un día estaba vagando por los bosques verdes y se encontró a Pan luchando con Apolo. Pan presumía de su flauta contra el laúd de Apolo. Para decidir cuál de los dos instrumentos emitía la más dulce música, eligieron como árbitro a Midas, y éste, un poco duro de oído, eligió como vencedor a Pan. Entonces Apolo se enfadó con él y le castigó adornando su cabeza con orejas de burro. Desde ese día el rey se escondía de todos por tener esas orejas, y cubrió su cabeza con un turbante. La única persona que sabía lo de sus orejas era su barbero. Pero éste temiendo su ira bajó a la solitaria orilla del río y excavó un agujero y susurró en él: "Midas tiene orejas de burro", esperando que ningún hombre pudiera oírle. Pero donde hizo el agujero creció una mata de cañas, que, tan pronto como el viento las movía, murmuraban: "Midas tiene orejas de burro".

Faetón (Mitología Griega)

Faetón era un joven orgulloso. Esto se comprobó cuando su madre le hizo saber que su padre era Apolo, dios que diariamente cruzaba nuestro mundo en un carro deslumbrante de sol. Pero los compañeros del muchacho se mofaban de él cuando se enorgullecía de tan alto nacimiento; entonces por orden de su madre buscó a su celestial padre para pedirle un favor a través del cual todos conocerían su nacimiento divino.

Antes del alba llegó al divino palacio de Febo, donde un dios con manto púrpura estaba sentado en su trono de marfil, en medio de un brillante arco iris de joyas. Alrededor de él estaban sus ministros y guardaespaldas, las Horas, los Días, los Meses y las Estaciones. Faetón no dudó en acercarse al trono.

Su padre le recibió y le preguntó qué hacía allí. Faetón se quejó de que los hombres no le creyeran hijo de Apolo, a menos que su padre le diera una garantía de su nacimiento que pudiese ser vista por todo el mundo.

Su padre le preguntó qué deseaba y Faetón le pidió que le dejase conducir su carro del Sol. Apolo inmediatamente le contestó que eso que le pedía era imposible, ya que el único dios que podía manejar correctamente ese carro era Apolo (ni siquiera el mismo Zeus podría conducirlo). Apolo le intentó persuadir de su idea, pero Faetón seguía intentándolo. Por fin, Apolo, no sin gran miedo, aceptó y condujo a su hijo a la obra maestra de Hefesto, el carro dorado adornado con gemas chispeantes. Apolo no dejaba de dar consejos a su hijo, pero éste, impaciente, apenas le oía.

Apolo le advirtió de que no bajase demasiado rápido, para que la Tierra no tocase el fuego, y que no subiese demasiado alto para no abrasar la cara del cielo. También le dijo que evitase el látigo y sujetase fuertemente las riendas para que los caballos volasen y todo el trabajo lo hiciesen ellos.

Faetón subió al carro y audaz,ente incitó al brioso tiro a través de la bruma del alba, con el viento del Este siguiéndole en la soberbia carrera. Pero pronto la velocidad le cortó la respiración mientras que, debido a su poco peso, el carro se tambaleaba y balanceaba como una quilla sin lastre, hasta que su cabeza empezó a moverse y demasiado pronto los fieros corceles se dieron cuenta que sus riendas etaban en una mano novata. Se encabritaron y se echaron a un lado, abandonando el camino acostumbrado; luego toda la tierra se asombró al ver el glorioso carro del Sol corriendo torcido encima de sus cabezas como un relámpago.

A los caballos no les importaba ya su novata mano, y tomaron su propio camino en el aire, saltando acá y allá. El carro cayó sobre la Tierra. La hierba se marchitó, las cosechas se abrasaron, los bosques se incendiaron, los ríos se secaron y los lagos empezaron a hervir. Desde entonces una parte de nuestra tierra se convirtió en un desierto arenoso, donde ni hombres ni bestias podían vivir.

El desdichado Faetón había abandonado la esperanza de enderezar su triste marcha. Cegado por el terror y la luminosidad, dondequiera que fuese, quemado por el calor hasta que no pudo permanecer en el brillante carro, tiró las inútiles riendas cayendo de rodillas pidiendo ayuda a su padre. Pero su oración no fue oída por los gritos de toda la Tierra, pididendo al señor de los cielos que salvase a la humanidad de la destrucción.

Oyendo estos gritos, el todopoderoso Zeus, que estaba durmiendo al mediodía, rápidamente se despertó y levantó su cabeza viendo todo lo ocurrido. Cogió al vuelto un trueno y, una vez en su mano, lo lanzó al humeante aire tirando al insensato Faetón del carro, que no podía controlar. Bajó el joven deprisa con los mechones quemados, rápido como una estrella fugaz, para apagarse como una tea en el río Eridano. Entonces los caballos del Sol agitaron sus yugos y, sueltos, fueron a buscar su establo en el cielo.

Así pues, en este terrible día terminó el hijo vanaglorioso de Apolo, que escondía su rostro de su padre por vergüenza.

martes, 18 de noviembre de 2008

"El tesoro del Obispo"

Había un obispo en Santiago que mas que preocuparse de las cosas de Dios se ocupaba de las cosas de su casa, y desconfiando de todos tenía como ayudantes a sus familiares provocando grandes abusos a todos sus vasallos y a los campesinos de la Tierra de Santiago.

Cansados sus propios curas y abades de su despotismo acordaron acabar con él y con toda la familia, para ello hicieron una sociedad secreta junto con otros que también hartos les ayudaron.

Asaltaron su magnífico palacio y se quedaron asombrados antes los tesoros que oro, plata y piedras preciosas que allí encontraron. Entre los que atacaron estaba un natural de Pontevedra que entrando en una habitación del palacio encontró a un cura intentando cerrar una puerta disimulada en la pared, el cura huyo persignandose y el mozo encontró un cofre y dentro de él una cruz de oro de cuatro brazos iguales con una piedra roja en cada esquina grande como un huevo de paloma, en el centro de la cruz una piedra verde del tamaño de un huevo de gallina, y otras muchas piedras de los colores del arco iris por todas partes.

Los soldados del Obispo vencieron a los paisanos, por lo que nuestro mozo cogió miedo y decidió escapar, regresar a Pontevedra y esconder la cruz.

Nadie creyó su historia pero pasados los años y estando en su lecho de muerte pidió confesión y antes de expirar le dijo al cura donde había enterrado la cruz. El cura, que no era de la comarca, no debió entender muy bien donde era el lugar, y durante los siguientes años y hasta su muerte se dedicó a cavar al pie de muchos peñascos por toda la comarca de Pontevedra, eso si, siempre mandaba cavar en la zona que cubría la sombra de la peña al mediodía.

Otros siguieron buscando con las indicaciones que les dio del cura, pero no consta que la cruz haya sido encontrada hasta hoy.

"O Paudelume"

En tiempos de mouros, o sea en aquellos tiempos del pasado en que reinaba la magia, habia en estas tierras un gigante llamado Nemoto Brego famoso y temido por su gran fuerza y valor. Se decía de él que mataba jabalies con la sola fuerza de sus puños.

En una ocasión en que él y sus gentes estaban siendo atacadas por sus enemigos, se refugiaron tras los solidos muros de una fortaleza que había en el lugar hoy llamado O Castro en el pueblo de Coba. Una noche de luna llena, los enemigos comenzaron el asalto final atacando las murallas y lanzando fuego incendiando casas y pajares. El fuego también prendió en el extremo de un enorme tronco hueco de castaño que alguien habia traido al poblado. Estaba lleno de paja ya que estaba siendo usado como albergue para animales pequeños.

El enemigo en aquella noche dantesca, consiguió abrir una brecha en el muro y estaban preparandose para el asalto final. Nemoto Brego cogió el tronco en llamas y el solo, con su descomunal fuerza lo llevó hasta la brecha de la muralla, cuando los enemigos se lanzaron al asalto, aullando como una manada de lobos, Nemoto Brego comenzó a soplar con todas sus fuerzas por el interior del tronco en llamas, y por el otro extremo salió una gigantesca llamarada que sorprendió a los atacantes. Sus ropas, barbas y cabelleras comenzaron a arder, Nemoto Brego llenaba una y otra vez sus inmensos pulmones de aire y lanzaba por el tronco llamaradas tan grandes como las que lanzan hacia el cielo los castaños viejos atacados por un incendio en una noche de verano.

Los enemigos, muchos de ellos envueltos en llamas huían despavoridos, Nemoto Brego cogió el tronco y con el a hombros se dirigío al centro del campamento enemigo, soplando, lanzaba llamaradas que prendieron en todo lo que encontraba en su camino.

Despues de esta sorprendente victoria, todos los habitantes del poblado comenzaron a golpear con sus armas el tronco hueco todavia en llamas, produciendo un ruido ensordecedor que acompañaban con los arrulos de combate. La celebracion continuó hasta el amanecer.

Como recuerdo de este hecho se celebraba la fiesta del "Paudelume", o palo de fuego. Se celebraba en una noche de luna llena tras prender fuego a un tronco de castaño seco relleno de paja y mientras unos lo golpeaban ritmicamente con armas o con palos, otros arrulaban y cantaban a su alrededor.

Esta leyenda que figura en el "Libro Oscuro" estuvo viva en la Edad Media, actualmente se ha perdido.

"La fuente del diablo"

Era una fuente localizada en la Fraga de Coba y que tenía la peculiaridad de que, si bien manaba agua continuamente, si se acercaba una persona que no tenia pecado o se acababa de confesar dejaba de manar. Por este motivo era llamada la "fonte do demo" o "fuente del diablo", pues solo servía para calmar con su agua la sed de los pecadores.

La gente procuraba acercarse a ella en grupos y así siempre brotaba agua. Estaba claro que al menos había un pecador entre los presentes, pero nadie se preocupaba de investigar quien era. Dicen incluso que algunos que desconfiaban de la capacidad del párroco para perdonar sus pecados, después de confesarse se acercaban para comprobar si realmente estaban perdonados.
En una ocasión las gente del cercano pueblo de Pareisas llevaron a la fuente a un vecino al que acusaban de ladrón. El se declaraba inocente. Fue obligado a acercarse él solo, al llegar la fuente estaba manando, pero poco después paró ... y nunca mas volvió a salir agua de ella.

Unos decían que era obra de Dios para que la fuente no fuera usada como prueba de juicios, pero otros comentaron que los hermanos del acusado de ladrón consiguieron cortar el flujo del agua al hacer un gran boquete por el que el agua escapaba antes de llegar a la boca de la fuente.

Sea como fuere nunca volvió a aparecer el agua en la "fuente del diablo".

La "Cueva de la Curuxa"

Todos decían que en la "Cova da Curuxa" había un gran tesoro escondido. Cierto fraile codicioso de estas riquezas y confiado en los poderes que la larga y reiterada lectura del Ciprianillo (el libro de los tesoros gallegos) le daba, tentó a un noble para que le ayudara a ir a buscarlo. Así lo acordaron, el noble ponía a su disposición sus soldados, y el fraile sus conocimientos, y luego, ya repartirían el tesoro.

Reunió el hidalgo a una docena de sus hombres de armas, y después de quitar el temor con aguardiente se fueron a la entrada de la cueva. Clavaron estacas en el suelo y a las estacas amarraron cuerdas, y las cuerdas las amarraron a la cintura del fraile, del noble y de los seis soldados bien armados que con ellos iban a bajar. Cada cuerda ataba y sujetaba a un hombre. Con el Ciprianillo en la mano, hizo el fraile que todos se arrodillasen y comenzó una salmodia de latines, bendiciones y otros aspavientos que nadie entendía pero que todos creían era para desencantar la cueva y, daban por buena idea.

Por fin bajaron alumbrados por antorchas llevando el fraile un crucifijo en una mano y el Ciprianillo en la otra. Los demás con las espadas en la mano y miedo en el resto del cuerpo. Nada mas adentrarse en la oscuridad aparecieron una gran cantidad de extraños pájaros que les atacaron, (o eso al menos les pareció a ellos), pues se defendieron con sus espadas. El ruido en el interior hizo que los que afuera estaban se acercaran mas a la lóbrega y estrecha boca de la cueva, con lo que cuando los pájaros salieron en desbandada chocaron con ellos provocándoles con sus garras y picos heridas que los hicieron huir espantados.

Mientras tanto en el interior de la cueva y después de encender algunas antorchas que en la pelea se habían apagado, continuaron avanzando. En la oscuridad se escuchaba un rumor, que a medida que se adentraban aumentaba. Formando un circulo alrededor del noble y del fraile que continuaba con el crucifijo y el Ciprianillo en las manos llegaron a un lugar por el que corría un río. Tan grande era que no eran capaces de ver son las antorchas la otra orilla. Decidieron en este punto encender los manojos de paja que traían.

Tras encender la paja, lo que apareció a sus ojos fue una inmensa gruta, grande como el interior de una catedral, con un gran río que les impedía el paso. Y al otro lado de este río, un enorme tesoro de objetos de oro y piedras preciosas centelleaba a la luz parpadeante del fuego. Se quedaron absortos contemplando tanta riqueza, y es entonces cuando uno de los soldados les señaló con su espada desenvainada un punto cercano al tesoro en el que se veían unas gentes extrañas vestidas con túnicas de seda que parecían flotar en el aire al caminar.

Seguían absortos en la contemplación de estas maravillas cuando la luz de la paja casi consumida empezó a palidecer. El río era muy crecido y la corriente fuerte y no se atrevían a cruzarlo.

Discutían que hacer pues el gran fuego de la paja se había apagado, y las antorchas estaban casi consumidas. En esto comenzó a soplar un viento extraño en la cueva que apagó las antorchas, comenzaron a notar un sabor extraño en la garganta y picazón en los ojos. En la oscuridad, cada uno comenzó a tirar de su cuerda para buscar el camino de regreso. Una sensación de asfixia y de ahogo se fue apoderando de ello, y mientras unos gritaban otros pedían auxilio y el fraile rezaba.
Por fin consiguieron salir todos, eso si, tosiendo y llenos de magulladuras y arañazos.

Dicen los que esta leyenda narran, que antes de que hubiera pasado un año todos los que habían entrado en la Cueva da Curuxa y respirado su aliento habían muerto . . .

El Castillo del Hambre (O Castelo da Fame)


Hace mucho tiempo vivía en un castillo no muy lejano a nuestra tierra un alcaide sin escrúpulos al que sus vasallos apodaban "O Lobo" y que tenía el encargo del Conde su señor de cuidar sus tierras.

La esposa del conde tenia una doncella muy hermosa llamada Rosa que estaba enamorada de Mauro, el paje del Conde. Este amor, todo hay que decirlo, era correspondido por el apuesto Mauro.

Pero "O Lobo" le había echado el ojo a la hermosa Rosa. Numerosos requerimientos le hizo el alcaide, pero todos acabaron con negativas de Rosa.


Tenia el alcaide un esclavo moro que había traído de una correría contra los Árabes por Andalucía y que además de serle totalmente fiel, incluso en sus más insanos deseos, era mudo.

Una noche se presentó el esclavo moro con un gran bulto envuelto en una manta a las puertas del castillo, donde estaba O Lobo esperándole. Bajaron ambos directamente a las mazmorras del castillo y una vez allí pusieron al descubierto bajo la tenue luz de una antorcha lo que la manta encubría, que resultó ser el cuerpo de una hermosa doncella. Era Rosa que dormía por el efecto de alguna pócima.

Cuando se despertó de su forzado sopor se encontró a oscuras en un lugar húmedo y desconocido y frente a ella la cara del alcaide. Gritó de espanto, y este grito tuvo el efecto de sacar de su silencio a un prisionero que acurrucado en un rincón fruto del miedo había sido testigo mudo de todo lo hasta ahora narrado.

- Rosa, balbuceo el prisionero.

- Mauro, acertó a responder ella.

A un gesto del alcaide el moro amarró con una pesada cadena a la temblorosa doncella.

- No queríais estar juntos, pues ahora estaréis todo el tiempo del mundo, gritó el Alcaide presa de la rabia.

Así empezó el horror para los dos enamorados. El esclavo moro les traía de vez en cuando algo de comer. Por orden del alcaide, siempre tomaba la misma precaución, cerraba la puerta de barrotes que permitía el acceso a la mazmorra con llave por dentro para evitar que alguien pudiera entrar mientras él estaba en el interior.

El tiempo pasaba y tanto el Conde como su esposa estaban convencidos de que Mauro y Rosa habían huido juntos pues su amor era conocido, aunque no acertaban a entender la razón que les pudo impulsar a ello.

Un día cuando el moro fue ha darles su escaso sustento, Mauro que había conseguido soltar las cadenas de la pared, le ataco. Hubo una fiera lucha, y el moro comenzó a huir hacia la puerta de la mazmorra por las húmedas escaleras, pero cuando ya estaba junto a ella, Mauro le alcanzó y consiguió apoderarse de su espada, cuando el moro se vio en esta situación lanzó las llaves a través de los barrotes de la puerta de la mazmorra poco antes de que un certero golpe de Mauro lo degollara.

Todos los intentos de Mauro por recuperar las llaves fueron vanos.
Al día siguiente y ante la extraña ausencia de su esclavo se fue el alcaide a la mazmorra y tropezó con las llaves. Se acercó a la puerta con cuidado y vio junto a ella el cuerpo de su esclavo. Presa del pánico ante la certeza de que Mauro estaba suelto y armado dentro de la mazmorra subió corriendo y mandó construir inmediatamente un espeso muro de piedras en la parte superior de la escalera de acceso.

Pasaron los meses, y el alcaide cayó gravemente enfermo. Sintiendo la presencia cercana de la muerte el terror que le producía la carga de lo que había hecho le obligó a dirigirse al castillo del Conde su Señor. Le contó lo sucedido con su paje favorito y le pidió perdón. El Conde espantado de lo que oía y preso de una enorme furia, mando partir inmediatamente hacia las mazmorras del castillo de su desleal súbdito.

En cuanto llegaron, soldados y siervos se apresuraron a desmontar la pared que taponaba el acceso a la mazmorra. Bajaron y encontraron el triste espectáculo de los cuerpos de los amantes fundidos en un abrazo eterno. Habían muerto de hambre.

El conde después de traspasar con su espada el pecho del Alcaide, cayo de rodillas a los pies de los enamorados llorando amargamente la muerte de su hijo Mauro, pues lo era aunque lo había mantenido en secreto por no ser legítimo.
Los cuerpos de los dos desdichados enamorados, fueron enterrados con los honores que correspondían a un hijo del Conde. Las mazmorras fueron selladas con piedra y sirvieron de tumba para el alcaide y su esclavo. Sus ruinas aun se conocen como "O castelo da fame", "El castillo del hambre".


Ith y los hijos de Mil

Breogan mando construir una torre junto al mar, en el extremo mas avanzado de su reino (en el norte de Galicia,hoy en día A Coruña); un dia claro su hijo Ith, pudo divisar desde lo mas alto unas tierras lejanas al norte.

Pronto se preparo una expedicion con rumbo a aquellas lejanas tierras, encabezada por Ith. Este, cuando llego a Irlanda la encontro practicamente deshabitada y junto a sus compañeros se dedico a explorarla, sin saber que estaba regida por los Tuatha De Danann, dioses venidos del cielo y que con figura humana se aposentaron en Irlanda.

Al conocer la presencia de Ith en sus dominios tuvieron miedo de que intentara conquistar la isla y, despues de tratarlo como a un huesped, decidieron matarlo.

El cuerpo sin vida de Ith fue llevado de nuevo por sus compañeros a Galicia, donde los hijos de Mil, llenos de rabia, se embarcaron con un ejercito con animos de vengar el asesinato.

Una vez en Irlanda se enfrentaron con los dioses y les dieron muerte, apoderandose de la isla y fundando un nuevo reino.